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¿Más humanos que los humanos?
Una sociedad tecnológica como la nuestra, en la que la ciencia centra sus esfuerzos en ofrecernos mejoras de vida y mayores facilidades, ha llegado a tal punto, que incluso intenta crear seres artificiales que intentan parecerse a los humanos. Muchos de estos experimentos han salido a la luz y, lo cierto es, que cada vez más, se asemejan, en apariencia a los seres humanos; andan, se mueven con agilidad, gesticulan e incluso hablan. Aunque a muchos pueda parecerles que estos “seres” en un futuro puedan considerarse individuos libres porque asuman la capacidad de pensar por ellos mismos, hubo quién ya reflexionó sobre la imposibilidad de esta idea, Descartes.
.Los animales, plantas y materias que forman el universo están constituidos por la res extensa o cuerpo, ya que ocupan un espacio tridimensional, se encuentran en movimiento y su comportamiento se explica por las leyes físicas o de la dinámica. A diferencia de estos, el ser humano está constituido por la res extensa y la res cogitans o alma, es decir, los seres humanos somos la unión entre el cuerpo y la mente, dos sustancias que son “como si fueran una sola”, aunque son metafísicamente distintas. Por su parte, los autómatas, esos seres casi perfectos que se asemejan en todo lo posible a los humanos únicamente están formados por res extensa, ya que no poseen la capacidad de pensar, es decir, no poseen las funciones superiores del alma que ella realiza por sí sola, sin la influencia del cuerpo. Esto se debe a que son seres programados para operar de determinadas maneras dependiendo de la situación en la que se encuentren, que es lo que les permite actuar, permitiéndoles realizar funciones humanas (andar, gesticular) características de la res extensa, pero no podemos confundir las palabras, entendidas como mera reproducción de sonidos, con los movimientos naturales que delatan las pasiones del alma ni con las palabras reveladoras de nuestro pensamiento, en el que se incluyen el entendimiento y la voluntad.
.Los animales, plantas y materias que forman el universo están constituidos por la res extensa o cuerpo, ya que ocupan un espacio tridimensional, se encuentran en movimiento y su comportamiento se explica por las leyes físicas o de la dinámica. A diferencia de estos, el ser humano está constituido por la res extensa y la res cogitans o alma, es decir, los seres humanos somos la unión entre el cuerpo y la mente, dos sustancias que son “como si fueran una sola”, aunque son metafísicamente distintas. Por su parte, los autómatas, esos seres casi perfectos que se asemejan en todo lo posible a los humanos únicamente están formados por res extensa, ya que no poseen la capacidad de pensar, es decir, no poseen las funciones superiores del alma que ella realiza por sí sola, sin la influencia del cuerpo. Esto se debe a que son seres programados para operar de determinadas maneras dependiendo de la situación en la que se encuentren, que es lo que les permite actuar, permitiéndoles realizar funciones humanas (andar, gesticular) características de la res extensa, pero no podemos confundir las palabras, entendidas como mera reproducción de sonidos, con los movimientos naturales que delatan las pasiones del alma ni con las palabras reveladoras de nuestro pensamiento, en el que se incluyen el entendimiento y la voluntad.
.De esta idea, en la que los autómatas no son seres duales, es decir, no están compuestos por un alma y un cuerpo, deriva la conclusión de que estos entes nunca llegarán a ser libres. Descartes entiende por libertad el sometimiento de la voluntad al entendimiento, es decir, la capacidad de elegir entre las diversas opciones que se presentan, aunque se produzca el error. Los autómatas nunca llegarán a ser humanos porque no poseen la sustancia que les permite obrar conforme a su voluntad, sino que será un programa el que “piense” por ellos.
.A pesar de los esfuerzos de intentar dotar a máquinas cualidades humanas, solamente se está jugando a ser Dios. Solamente.
Pero es una idea que nos encanta:
El Hombre BicentenarioMetropolis
A continuación, os dejamos con una de las leyendas sobre Descartes, quien a pesar de creer que los autómatas no pueden sustituir a los humanos, protagonizó un extraño episodio, quizá el más paradójico y contradictorio de su vida:
La segunda muerte de la hija de Descartes
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Uno de los más famosos casos de creación de un autómata humano, pero también donde es más difícil separar la historia de la ficción, es la historia de René Descartes y su hija autómata. Una de las principales ideas cartesianas era la consideración de todos los animales como complejos autómatas, seres privados de todo estado mental, que solo actuaban por supervivencia y que en la práctica su carne y huesos funcionaban como la mecánica de un artilugio. Pero cuentan que tras la muerte de su hija ilegítima Francine, de cinco años de edad, se sintió tan deprimido que se propuso construir una muñeca autómata lo más parecida a la fallecida uniéndose tanto a aquella figura que según describen la trataba como “mi hija Francine”. Su inseparable unión hizo que la llevara de viaje cruzando el mar de Holanda. La tenía guardada en un cofre dentro de su camarote. El capitán del barco, intrigado por su contenido, consiguió entrar en el camarote y abrir el cofre. Cual fue su espanto al comprobar que aquella muñeca se levantaba y movía. El capitán, horrorizado, ya aunque durante esa época se empezaron a crear autómatas, no era común que cualquier persona poseyera alguno, la tiró por la borda. Entonces Descartes, que solía destacarse por su mal humor, mató al capitán y lo tiró por la borda, al igual que había hecho con la muñeca.
Paula Vargas y Ester Vázquez